AMOR DE CALIDAD

02.11.2013 16:29

 

Es diferente a pretender un amor perfecto, se debe aspirar a relaciones suficientemente buenas...eso creo. 
Los amores idílicos, perfectos, melosos, eternos, impecables...no existen en la realidad, siempre habrá un pero...pues son más un sueño romántico (epidemia de la que muchos estamos contagiados) que una experiencia realizable en la vida cotidiana. 
Partiendo de este supuesto, siempre querremos más tiempo, más cuidados, más atención, etc., no obstante, este modelo (al que muchos aspiran) de amor total se asemeja más a la demanda de un niño a una madre, que de una pareja a otra, por la pretensión de que exista alguien sólo para mí. 

Esta noción de amor suele dejarnos algo anhelantes, desconcertados, inconsolables o insatisfechos, pues es una demanda más que una necesidad que se puede satisfacer puntualmente, como el hambre, el sueño e incluso el sexo. Surge de un deseo humano que aspira a más; como diría Ortega y Gasset "El amor es un eterno insatisfecho".

De ahí la importancia de buscar buenos amores y no relaciones perfectas (e irreales) que siempre nos defraudarán. Pero...¿qué es un amor de buena calidad? He ahí el detalle (como diría Cantinflas) . Sin duda, un buen amor aporta tranquilidad en términos generales, no nos somete a un estrés permanente ni a situaciones de violencia y miedo. Un amor bueno abre puertas y con ello otorga posibilidades; lejos de que la relación limite e impida la realización de cada cual, facilita un intercambio de ideas y prácticas nuevas en los proyectos vitales de ambos amantes. 

Un amor que vale la pena produce placer no sólo en el ámbito sexual y emocional, sino en diversas áreas que nos causan disfrute, diversión y que nos motivan a seguir adelante. También aporta ternura y madurez: transforma la agresión en muestras de cariño y afecto y mucha atención, al tiempo que cuestiona y retroalimenta con respeto, invitando a la reflexión. 

Pero incluso el buen amor es incompleto y de algún modo deja insatisfacciones, puesto que siempre buscamos certezas y seguridad total.

Cuando encontramos a alguien con quien nos entendemos, nos acoplamos y disfrutamos la vida, anhelamos que la relación nunca termine. Como aspiración y como intención, este deseo es bueno. Esto no significa que a las primeras de cambio echemos todo por la borda (uno de los males que más acechan a los hombres y mujeres es la incapacidad de tolerancia a la frustración y posponer la gratificación), pues implica en involucrarse en relaciones fugaces que son más anecdóticas que comprometidas, donde la pareja carece de tiempo y del escenario para desplegar esa mutualidad, ese intercambio, ese compromiso. Pero así como aprendimos a abrirle la puerta, estemos pues preparados para cerrarla y decir adiós. 
 
Aferrarse a una relación hace que ignoremos la complejidad, la contradicción y la ambivalencia del amor, que es atractivo y peligroso al mismo tiempo. La incertidumbre forma parte de él y contradice la creencia de que el amor todo lo puede y todo lo soporta, eso no es cierto. 

 

Todas las relaciones amorosas (excepto el de una madre a un hijo) cumplen un ciclo y terminan, ya sea por una separación o bien porque alguno de los dos muriera. Querer algo con todas tus fuerzas no es malo, lo malo estriba en que tu vida dependa de ello.